Thursday, April 26, 2007

El arte pobre

La pintura
de caballete cuesta sacrificios
a quien la hace y es siempre un exceso
para quien la compra y no sabe donde colgarla.
Durante algún año he pintado sólo redes
con pájaros ensacados,
sobre papel azul de azúcar o pulpa de embalar.
Vino y café, trazas de dentrífico
si en el fondo había un mar adornable,
éstas las tintas.
Compuse también con cenizas y con fondos
de “capuchinos” en Sainte-Adresse allá donde Jongkind encontró sus heladas luces
y el paquete fue protegido con celofán y alcanfor
(con escaso éxito).
Es la parte de mí que consigue sobrevivir
de la nada que había en mí, del todo que eras,
tú, inconsciente.


Eugenio Montale

Yo gozo escribiendo, lo que no es nada nuevo. Escribir es el único lazo que todavía me ata. Claro que la cuerda está algo deshilachado. Pero en fin, así es. Nadie es eterno. Pero mientras dure mi vida, viviré escribiendo. La escritura es mi existencia. Hay meses, o años, en los que no puedo escribir. Es horrible. Pero en algún momento siempre vuelve, y entonces algo se fragua. Este ritmo es terrorífico y extraordinario a la vez: es algo que los demás probablemente no conocen.

Monday, April 23, 2007

LOS LÍMITES, de Alfonso Costafreda

Pienso en mis límites,
límites que separan
el poema que hago
del que no puedo hacer,
el poema que escribo
del que nunca podré escribir.
Límites también, en consecuencia,
de lo que amo
y de lo que nunca podré amar.
Límites de lo que quisiera decir
o ver o tener.
Palabras que daría
para descubrir, palabras para ayudar.
Límites del amor, palabras
insuficientemente valiosas
en un desierto inacabable.


Compañera de hoy, 1966.

Sunday, April 22, 2007

Bástenos escribir, los caprichos
de una obra menor,
este joderse al servicio de lo inútil.
Demasiada luz ha golpeado
en el agua liosa y la noche arrecia.
Bástenos escribir, echar de ver:
Nadie aprendió de nuestros errores.
Vivir es otra lengua.



Ernesto González Barnert

Días de 2004

A Juan Pablo Pereira y Ernesto González


Pasando por calle Luis Pereira recuerdo a Pereira,
Juan Pablo,
uniendo con cierta convicción su martillo
a la construcción de una mediagua portátil,
Sede Principal del Club Social de Ilusos “When I´m Sixty Four”,
colaboran: Ernesto González y
quien suscribe.
Erráticos señoritos saliendo al baile:
González, Pereira y Verdugo,
escriben como ninguno...
pero no calzan en formularios
por su prontuario de poca monta
o sus difusas ideas de que un artista debe ser etc, etc,

Como si el arte y la carpintería
se acostaran diariamente para engendrar ataúdes,
así este estrecho ramillete de trabajos manuales
en la misma caja
y los muchachos leyéndose en la cara, lentamente,
las perfectibles prédicas de su Ministerio.

Ángel Valdebenito Verdugo

NO ME SIENTA

Puede ser el que no duerma bien
que registre el cajón del velador a cada insomnio
el pensar en esos momentos qué mierda hago con mis excesos
el leerme y gustarme
el morir a cada rato al creer que estoy enfermo.

Puede ser que la culebra ya mutó
Y no debe reconocer su propia huella.

Gabriel Ortiz

Casi no tengo poemas malos
Y no tengo poemas buenos
Eso es perturbador
a la hora de tomar decisiones
De ir aquí y ahora
Casi no tengo rigor y
a veces ni siquiera convicción
Carezco de lo más elemental
en lo que se refiere a arte
La necesidad
Desafino a diario diría
si escribiera todos los días
si no leyera todos los días
El origami del lenguaje me supera a cada intento
en cada conspicuo dobles
que se efectúa inconsciente
Comprensión de lectura desviada
Ideas desestructuradas al hilvanar
Como que las gueas que quiero escribir
quedan en una fuking caja de difícil acceso
Esto es permisivo si tuviera un fin
Una competitividad mínima
en lo se refiere al acertar
Una visión de una imagen clara
Pero en el hacer todo se nubla y luego se tumba
El no lograrlo
La envidia de los que son mejores
porque lo superas en la cantidad de fracasos.

Gabriel Ortiz

González y yo en el Taller Fundación Neruda 2007

Pudimos romper el aire de improviso,
agitar las manos como si empezáramos a volar
o aplicar el poema. Pero no,
no nos gustaban esas bocinas de bicicleta, esos ruidos
de fondo, esas casas de madera
en que un bosque cruje agonizante

para los oídos de los niños.

Pudimos romper el aire y preferimos dejarlos pasar adelante.
Decir: todo igual sobre cubierta.
Decir: no te preocupes.
Decir: Poéticas ya no, favor. No insista carajo.

Pudimos... y no.

Era mejor mordernos la lengua. No tener voz/voto
en la mesa.
Aunque no fuera por su bien o el nuestro.

Ernesto González Barnert