Educandos
Nos vociferaron gravemente:
“Darás a cada día un pedazo de tus sueños”.
De ahí en adelante, nada.
Ni una palmada o mano siquiera
para uno pensar:
“Están ahí atentos siempre
y reabrirán los libros aquellos”,
pero nada,
tampoco hicieron sonar sus palmas
y nosotros
ya héroes de nuestros vulgares días,
reescribimos los libros y
revisamos el sentido de cada frase
en las rondas y poemas,
conviniendo una nueva forma para nombrar las criaturas,
cambiando incluso el compás
en el crispar de los dedos.
Luego ellos reaparecieron,
pero ya habíamos avanzado lo suficiente
y teníamos un pedaleo casi espontáneo.
Los vimos murmurar entre sí con intención de hablarnos,
pero nosotros los miramos con rigor
y los echamos de casa:
“Para que anden -dijimos-
para que aprendan”.
verdugo